Al lado de donde
aparece la hora en el monitor hay un icono que dice algo sobre "notas al
margen". No sé bien qué es pero eso del margen me gusta. Siempre escribo o
dibujo cosas en los márgenes de mis cuadernos y eso que intento ser prolija y clara
pero no, no me sale. Cuando cursé lingüística dibujaba chinos. Chinos por todos
lados: con sombreros, con bigotes, con cara de enojados. Chinos que no disfrutaban hablar con Saussure.
Cuando cursé Griego lo dibujé al profesor y, humildemente, creo que me salió
bastante bien. Ahora que lo pienso se parece mucho a mi primer empleador. No le
digo jefe porque nunca lo fue. Él sólo me dijo que estaba contratada y a los
meses me avisó que el trabajo había llegado a su fin. A la distancia puedo
pensar que en realidad no era un ser humano. Todo le importaba poco y nada.
¡Mentira! Sólo le molestaba cuando tenía
que pagar el alquiler del puesto donde estábamos. Eso solito. Yo lloré el día
en que mi compañera se llevó de forma muy astuta los 700 pesos de la caja. Frente a semejante espectáculo, inmóvil con su sombrero lagomarsino, mi empleador solo se preocupó por que las tazas con iniciales estuvieran
ordenadas. La última vez que lo vi
entraba con su auto destartalado al bingo de Edison y 12 de Octubre. Tuve
interés en mirarlo porque casi me atropella.
Ayer tuve un sueño y él aparecía. De buenas a
primeras, llamó a una muy-amiga-mía para contactarme y le contó que esperaba tenerme de nuevo como empleada (en negro, seguro). Otra llamada más. La sorpresa
me la llevé yo cuando me dijo que ahora el negocio está en pasear perros ajenos a
las 12 de la noche.
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